Alimentación escolar como oportunidad de aprendizaje.
Los hábitos
alimentarios forman parte de la cultura pero muchas de estas costumbres no se
acercan al concepto de dieta sana, lo cual no proporciona mejor calidad de
vida, la familia y la escuela juegan un papel fundamental en el desarrollo de
hábitos alimentarios saludables, ya que es allí donde el pequeño interactúa con
los adultos y adquiere costumbres y preferencias de acuerdo a las prácticas
alimentarias realizadas ; este conocimiento en cuanto a nutrición y
alimentación, debe tener como finalidad
el mejoramiento de la conducta alimentaria, la adquisición de conocimientos y
la adopción de actitudes positivas. De esta manera el uso de aprendizajes
relacionados con la alimentación y la nutrición debe darse desde un transmisión
intencional como lo planteando Lave (1993) donde el concepto es inseparable de la práctica, de forma que él que aprende no sólo
se acerca al conocimiento, sino a todo un conjunto de prácticas sociales y a
los valores que a ellas se asocian.
Así la seguridad alimentaria debe garantizar el
derecho a la alimentación sana con equidad, en las diferentes etapas del ciclo
de vida, la promoción de las dietas saludables y la actividad física incorporan
conocimientos esceciales en la formación desde la escuela. Los niños y los adolescentes pasan parte
de su vida en la escuela, este entorno optimiza los conocimiento sobre
opciones dietéticas saludables y la actividad física, como ejemplo de conducta
positiva.
La nutrición
saludable en la escuela debe ayudar a los estudiantes a adquirir conocimientos,
actitudes, creencias y aptitudes necesarias para toma decisiones fundamentadas,
y desde el aprendizaje activo ser consientes de lo que se aprende , lo que
se debe aprender y lo que aún no ha aprendido (Bonwell y Eison,1991);
adquirir un conjunto de prácticas sociales y valores asociados a conductas saludables pueden crear condiciones
propicias para la salud; en la escuela se deben ofrecer programas alimentarios escolares que
incrementen la disponibilidad de alimentos saludables (por ejemplo, desayuno, almuerzo o refrigerios
a precios reducidos) y garantizar que los alimentos servidos cumplan requisitos
nutricionales mínimos. Asimismo se pueden
usar los jardines de la escuela como instrumento para concientizar a los
alumnos sobre el origen de los alimentos
y fomentar la participación de
los padres, en el aprendizaje construyendo conocimientos propios desde la
experiencia (Ormrod 2003).
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